Finales, Master, Teacher, Student y Copa



El viernes día 28 de junio del 2013, se disputo las finales de los torneos Master. Teacher, Student  y la final de Copa de la temporada 2012 / 2013 de la A.V.F.B. En los locales de la Asociación Valenciana de Fútbol de Botones, sitos en la calle Escalante, 173 del barrio del Cabanyal de Valencia.

El Nastic de Plastic con el Master
El Nastic de Plastic, fue el ganador del Master con todo merecimiento.  Los de Paco Vilches vencieron en la final al Italian Stallion de Víctor Ballester, por 3 – 1. Hay que destacar que el Italian ha jugado cinco finales, cuatro de ellas consecutivas y la victoria se le resiste. El futbol de botones está en deuda con el bueno de Víctor. El Nastic, para llegar a la final tuvo que deshacerse del Anbalsal, en una disputadísima semifinal, mientras tanto el Italian daba la sorpresa  venciendo  contra todo pronóstico al favorito Maxplas.  En la lucha también estuvieron el D.Ü.A y el Atlético Granota, que quedaron apeados en la fase de grupos.


La Cultural Balompédica alzando el Teacher.
El campeón del Teacher  fue la Cultural Balompédica, venciendo en la final al Laurus en los penaltis. De esta manera se quita la espinita de la temporada pasada que también llegó a la final frente al mismo rival, no pudiéndola disputar por problemas de salud. Els Blanquets de Carlos Espada, vencieron en semifinales al Pengüins, los de J.B. Ferris que eran  firmes candidatos para estar en la final, en la otra semifinal el Laurus de J.P. Zapater se deshizo del correoso Ferrima de Fernando Ricart. El Santia y el Gramófono, completaron los grupos.


El Historics despues de ganar el Student.
El Student se lo llevo el Històrics Valencia de Ernesto Pascual, frente al Rekena de Pedro Mancini. Basto con el gol del minuto inicial. En las semifinales el Històrics, se deshizo del Agostinet de Felip Bens, mientras que el Rekena, hizo lo propio con el Liverpool de Pepe Sancho. El Madrid y Villarreal, no pasaron la liguilla inicial.




El D.Ü.A. con la Copa AVFB



La Copa de la A.V.F.B. fue para el D.Ü.A. de Víctor Climent, al vencer en la final al Atlético Granota, los de Miguel Galindo habían cogido mucha moral después de dejar fuera de combate en la semifinal al gran favorito Maxplas. El D.Ü.A, tuvo que vencer en semifinales a la Cultural Balompédica para llegar a la final.


El ACB

"LA CULTURA da al hombre la capacidad de reflexionar sobre sí mismo. Es ella la que hace de nosotros seres específicamente humanos, racionales, críticos y éticamente comprometidos. A través de ella discernimos los valores y efectuamos opciones. A través de ella el hombre se expresa, toma conciencia de sí mismo, se reconoce como un proyecto inacabado, pone en cuestión sus propias realizaciones, busca incansablemente nuevas significaciones, y crea obras que lo trascienden".
(UNESCO, 1982: Declaración de México)


Nuestros lectores saben que en este blog vamos siempre con la verdad por delante, como un estandarte. Y es esto lo que nos lleva a no huir tampoco de analizar temas escabrosos. Uno de ellos es el que tocamos hoy con el título: El Acervo Cultural de los Botones (en abreviatura, El ACB).

Utilizar abreviatura nos parece especialmente indicado aquí, ya que lo primero que cabe decir del acervo cultural de un botón es precisamente eso, que es breve.
El que esta abreviatura en concreto la formen las tres primeras letras del abecedario A,C y B, por este orden, descolocado en relación con el que sería alfabético correcto, ayuda también a transmitir la idea de que dicha brevedad va acompañada en este caso de una notable levedad.
La cultura del botón medio podría calificarse en definitiva en estos términos: es breve y leve.
Ahora bien, si hemos de poner todas las cartas sobre el tapete: ¿para qué necesita cultura un botón?
Si cultura es "capacidad de reflexionar" sobre sí mismo, ¿no será suficiente que nuestros queridos atletas del balón hagan flexiones a secas?. ¿A qué la reflexión?, ¿con qué finalidad?
¿Alguien esperaría de un botón que fuese "racional, crítico y éticamente comprometido"?
Permítanme que lo dude. Cuando menos en fútbol, lo que se espera de él es que sea instintivo y lo suficientemente bruto como para lanzarse, sin dudar, al choque, bien sea contra el botón balón, bien sea, -en FBRB-, contra la banda.En este tipo de acciones, imprescindibles para el desenvolvimiento del juego, la razón está de más.
Idem la crítica y el compromiso ético. No en vano, en los estadios se aplaude, y se loa en los medios, la jugada del tipo astuto que "roba el balón" a su adversario. Y a aquel gran delantero argentino, Mario Kempes, aunque no fuese botón, -que por bueno, podía haberlo sido perfectamente, y apostaría a que de hecho lo es en más de uno de los equipos de botones que hay por el Mundo-, a aquél, -digo-, ¿acaso no le llamaban "Matador" como elogio?. Ya me dirán ustedes si ven rastro de crítica o de ética por alguna parte.
Por último, ¿Podría predicarse de uno cualquiera de nuestros muchachos que, "se expresa, toma conciencia de sí mismo, se reconoce como un proyecto inacabado, pone en cuestión sus propias realizaciones, busca incansablemente nuevas significaciones, y crea obras que lo trascienden"?... Por favor, señores...seamos serios.
Y es que una cosa es sentir pasión por los botones, y otra, bien distinta, perder el oremus.

Marcelo Suarez

Los terrenos de juego.


Estadio de Salto, Uruguay.
Los terrenos de juego respondían a dos tipos: los “elevados” (mesas o tableros) y los “bajos” (suelo). Normalmente, los jugadores estaban habituados a sus terrenos propios. Así, el que en su casa jugaba en suelo, normalmente prefería jugar en suelo  y por el contrario, los que “entrenaban” en mesa siempre preferían jugar en alto. A parte de la costumbre, el jugar en un tipo u otro de terreno era un factor que influía en el juego. Para mí, siempre era más difícil precisar el toque en la incómoda postura de rodillas que dé pie. Por otra parte, el deslizamiento de los jugadores por el suelo siempre era más rápido que por la tabla de una mesa. Yo tenía jugadores que eran titulares indiscutibles en la mesa del comedor de mi casa pero cuando jugaba “fuera”, en suelo, estaban perdidos y tenían que ser sustituidos por jugadores más pesados y voluminosos, es decir, por especialistas en suelo. Además, cada jugador, como es lógico, se tenía mamado su propio terreno –de ahí la ventaja de jugar en casa- y conocía las junturas de baldosas problemáticas para el paso de los jugadores, los lugares propicios para “provocar faltas”, e incluso las zonas adecuadas para que “el balón” se levantara y conseguir goles por alto que eran casi imposibles si se tiene en cuenta que lo que utilizábamos como balón era un botón de camisa. Con 12 o 13 años, comenzamos a coger la fiebre. José Luis, el maestro que nos inició en esta pasión vivía en un viejo caserón frente a Capitanía que ya no existe. Fue en las vacaciones de Navidades del 62 cuando nos llevó a su casa, sacó una caja de zapatos de la cual sacó otras cuatro pequeñas cajitas. En cada cajita tenía un equipo completo. Contaba el muy cabrón ¡con cuatro plantillas completas!. Nos explicó por encima las reglas del juego, y tras trasladarnos al comedor y mover la mesa para dejar el terreno libre, montó el terreno de juego. Se había construido dos porterías maravillosas “Son como las del estadio Bernabéu” decía. Los palos y larguero redondos pintados de blanco con un segmento en negro en la base de los palos. Los hierros curvos y una tupida red blanca ¿conservarán aún esta maravilla?. En un momento, montó un partido de exhibición en el que con su equipo titular, se enfrentó a una selección extraída de sus plantillas suplentes y que manejábamos al alimón el resto de los asistentes, el Chopi, Julio, Juanito, Agustín y yo. Desde aquel día, quedamos atrapados en esta pasión. Hasta el curso 1965-66, el final del bachillerato, las vacaciones de Navidad y Semana Santa eran un desenfreno de torneos. Llegamos a jugar torneos que se disputaban simultáneamente en dos casas distintas, de forma que el que terminaba un partido salía disparado a la otra casa donde le esperaba el próximo rival. Agustín, desertó pronto, se deshizo de su equipo y me regaló un defensa central que era la envidia del maestro José Luis. Me llegó a ofrecer una de sus platillas completas para conseguir su fichaje, pero mi central fue como Cristiano Ronaldo: no se movió de mi equipo.
Finalmente, se establecieron tres terrenos de juego “estables”, el del maestro José Luis, el suelo del comedor de su casa, el de Juanito, en la trastienda del negocio de su padre y la mesa del comedor de mi casa. Lo cierto es que el terreno del “maestro” era huido por todos. Además de la superioridad técnica de José Luis, el tío manejaba las junturas de las baldosas a su antojo y ese hándicap era muy jodido para el resto. El terreno de Juanito era elevado y cómodo pero tenía un gravísimo inconveniente. Estaba rodeado de estanterías y anaqueles de tal forma que si un jugador caía al suelo con cierto impulso, era imposible de recuperar porque no había quien fuera capaz de encontrarlo. Esto obligaba a jugar con toques suaves y sin fuerza. El riesgo era “perder para siempre” al jugador que cayera del tablero. José Luis perdió un extremo izquierda y pasó años sin perdonárselo. Y mi campo. Una vieja mesa de comedor a la que se le abrían dos alas en los extremos. Las alas abiertas tenían un cierto desnivel con la parte central fija, pero con unas cuñas, se podían calzar y corregir los desniveles. Resultaba al final un campo bastante largo, pero algo estrecho en proporción a su longitud. De todas formas, presentaba unas uniones de tablas en el centro con unas irregularidades tales que me especialicé en aprovechar las jugadas de saque de centro (dos toques) para situar el balón en una de las irregularidades y marcar gol por alto en la primera jugada del partido. Las jugadas de saque de centro eran el terror de los contrarios porque no sabían cómo contrarrestarlas: lo importante que era “el factor campo”
Cuando terminamos el bachiller llegó la diáspora. Unos cambiaron de Instituto para hacer el Preu. Otros lo hicimos en el mismo Instituto, otros se fueron a la Marina, otros simplemente se pusieron a trabajar. Y este fue uno de los referentes que marcaron el final de nuestra adolescencia y el comienzo de la juventud.
Todavía hoy, cuando visito la casa de mi padre, llena de ausencias y recuerdos, por los rincones de algunos cajones, aparecen componentes de la plantilla titular. Ahí siguen...¿volverán a jugar algún día?

Anonimo