La Polivalencia

La polivalencia, algo tan valorado en el fútbol con humanos moderno, fue inventada muchísimo antes, -desde sus inicios mismos-, en fútbol con botones, donde como es sabido las responsabilidades de presidencia del club, cuerpo técnico, equipo médico, entrenador, entrenador de porteros, seleccionador, ojeador, patrocinador, y cualquier otra que se me pueda haber quedado en el tintero, pueden ser asumidas perfectamente, sin miedo a que ninguna de ellas sea desatendida, por una persona única -dicho sea lo de única aquí en todos sus sentidos-: que no es otra que EL BOTONISTA.
Así y por esa virtud reconocida que nos adorna, no me lo pensé ni un instante cuando mi amigo CARLOS ESPADA, factótum de la Cultural, me ofreció a comienzos de esta temporada incorporarme a su plantilla también como botón-jugador. -¿Por qué no? -me dije. Sólo le puse una condición a CARLOS, a la vez que le hice una advertencia:
-A condición de que me pongas en el centro de la defensa, porque ya no estoy para correr -le dije-, y no cuentes con que vaya a marcar muchos goles... Ahora bien -añadí por último- puedes estar seguro de que los goles que marque te sorprenderán, y te lo digo con conocimiento de causa, porque casi siempre me sorprenden a mí mismo.

Al hilo de lo cual aprovecharé para contaros del gol aquél que marqué en mis años mozos de "futbolista con humanos amateur.
Fue a la salida de un córner en que me había incorporado decidido al ataque:
Vi enseguida que el pase le había salido perfecto a mi compañero, de manera que venía a caer justo al punto en que yo me encontraba libre de marca -más que nada porque los rivales solían considerar que poner cualquier jugador a marcarme era desperdiciar un efectivo-,
de modo que me fui preparando para rematar.
No salté, -no era ni es mi costumbre-, sino que a medida que la pelota se me iba acercando yo progresivamente me agachaba, en busca del punto en que mi testa y ella pudiesen por sí mismas encontrasen, pues me hallaba a apenas si un paso de la línea de meta y para rematar a gol bastaba con tocarla.
Y me agaché y agaché hasta que me agaché tanto que perdí de vista la pelota.
Casi de inmediato sentí que venía a golpearme en la rodilla derecha (la izquierda la tenía para entonces ya hincada en tierra) y rebotaba.
A partir de ahí todo se tornó bastante confuso.
Lo siguiente que recuerdo es que mis compañeros venían a abrazarme. ¿Había sido gol?... ¡Había sido gol!
-Vaya, qué lástima, para uno que marco y me lo he perdido - dije-, pero había tanto barullo allí en medio de la celebración que creo que nadie pudo escucharme.
No recuerdo si al final ganamos o perdimos, pero aquel gol de rodilla que al parecer marqué aquel día lo recordaré siempre, -dentro de lo que cabe-, como uno de los mejores de mi carrera balompédica sobre césped.

Y cierro aquí el paréntesis, para seguir con la historia de lo que fue mi fichaje por la Cultural, pues CARLOS aceptó la condición, se dio por enterado de la advertencia y me asigno un dorsal, poniéndome desde entonces con regularidad como titular de su gran equipo, en cuya línea defensiva hago lo que puedo, bajo la experta batuta del mister Sr ESPADA, sin dejar de atender por ello a todas mis muchas obligaciones como factótum del FC AZULONES merced a la polivalencia ésa que decía al principio.
Y viene todo esto a cuento de que he recibido hoy un mensaje de CARLOS, que me dice que he marcado ayer un gol antológico, que, -una vez más y demostrando que la historia se repite-, me perdí pero tengo la suerte de que me relata un amigo, un amigo, además, en este caso que es cronista de verbo vibrante y reconocido acá y allende los mares incluso.
Completa en este caso la información CARLOS dándome la mala noticia de que al final mi gol no fue suficiente para clasificarnos, que caímos en el cara y cruz de los penaltis, pero que aún así esta derrota tuvo un gusto mucho menos amargo por habernos dejado el golazo mío -posiblemente uno de los mejores si no el mejor de la temporada, exagera amablemente CARLOS al calificarlo-, el sabor a caramelo de dulzura interminable que todos los goles extraordinarios nos dejan a los que amamos el fútbol, -con botones, por supuesto, muy especialmente-.


Autor: Marcelo Suarez